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Guaminí, un remanso para pescar y disfrutar

En el oeste de la provincia de Buenos Aires, este destino ofrece muy buen pique de pejerrey en cuatro lagunas y un paseo muy relajado por sus sitios históricos.

Engarzadas por ríos y arroyos, cinco lagunas salpican las amplias parcelas de la llanura pampeana y el turista que pone pie en Guaminí se topa con múltiples opciones para disfrutar de la vida al aire libre. Los potentes vientos que soplaron en invierno ya se aquietaron y vuelve a ser la pesca el anzuelo más seductor para los visitantes de este partido del oeste de la provincia de Buenos Aires.

La caña y el equipo de pesca son piezas clave para sacar el máximo provecho a este collar de aguas mansas en el marco de una jornada de picnic en familia. Pero no es suficiente. Para no fracasar en el intento, lo más indicado para los que se proponen dar los primeros pasos en el arte de la pesca en la “Capital del pejerrey” es recurrir a los especialistas, que en estos pagos los hay en cantidad. Sólo esos perseverantes exploradores de las aguas y sus orillas saben detectar dónde asoma el mejor pique.

“Con la caña clavada en la costa, en esta época se pueden conseguir ejemplares de entre 400 y 600 gramos, especialmente en el lago Del Monte o en la laguna Cochicó. Pero la orilla de Guaminí es de tosca, barro y grela. Por eso, prefiero pescar embarcado cerca de la costa opuesta -de arena y aguas bajas-, donde el pejerrey se acerca a desovar. Ahí cada pez puede llegar a pesar hasta 800 o 900 gramos”, recomienda Diego Montoya. El guía cambia su voz estentórea por un susurro apenas audible, para soltar otro dato a tener en cuenta:“Mucha gente inexperta cree que cuando hace frío se consigue buena captura a flote y no es así. El pez se queda bien abajo, en el fondo del agua”.

La tranquilidad a toda prueba que impera en las lagunas adopta otros matices, algo más sonoros, en la sosegada atmósfera urbana de Guaminí. La primera imagen de la ciudad -la monumental fachada art decó del Matadero Municipal- resulta engañosa. Sugiere una urbe bastante más convulsionada, pero todo se reduce enseguida a un par de edificios desproporcionados, que toman distancia de la arquitectura predominante, sencilla y bastante más discreta.

Con ese edificio de la entrada y la sede de la Municipalidad que levantó en la década del 30, el arquitecto Francisco Salamone logró atraer las miradas de los viajeros de paso por Guaminí, como una original forma de invitarlos a desensillar e indagar sus atractivos naturales y los mojones del pasado. Ahora, las formas geométricas y las gigantescas dimensiones de las obras del arquitecto rupturista conforman una de las escalas del Circuito Salamone, que recorre una decena de pueblos bonaerenses.

Destellos de la particular estética de Salamone también se perciben en el trazado de la plaza Alsina, rediseñada en 1938 para que armonizara con las líneas simétricas y la ornamentación del edificio municipal.

Respetado como un genio innovador, de todas formas el célebre Salamone no llega a ocupar en Guaminí el sitial de prócer conferido a Nelly Omar. La legendaria cantante nació aquí en 1911 y se quedó en su pueblo hasta 1924. Unos años después -cuando acababa de cumplir los 23- regresó para deleitar al público desde el escenario del teatro Argos. Fue una decisión acertada: en esa velada crucial, con su voz única, la aún en ciernes “Cantora nacional” dejó enmudecido nada menos que a su consagrado colega italiano Ignacio Corsini, quien, una vez repuesto de la sorpresa, se apuró en presentarla al dueño de Radio Rivadavia. El dulce recuerdo de ese hito en la carrera artística de la hija pródiga de Guaminí resuena tenuemente en las calles, bares, restaurantes y hoteles de la ciudad, mientras avanzan las obras del futuro museo que homenajeará a la magnífica intérprete de tangos, milongas y canciones folclóricas, fallecida en 2013.

Otros nombres de peso y épocas más lejanas afloran en la colección de piezas antiguas atesorada en el Museo de Guaminí, donde resaltan las huellas de los originarios pobladores mapuches y una muestra de fósiles paleontológicos. El circuito histórico se extiende a la Escuela N° 1 Paula Albarracín de Sarmiento -fundada en 1883-, la fachada colonial de la Comisaría -construida en 1877-, el cine-teatro Español (de 1886), la Biblioteca Mariano Moreno, la parroquia y la estación ferroviaria. Las calles se alargan más allá del centro, para despegar de Guaminí y apunta decididamente hacia la reparadora atmósfera que envuelve sus lagunas.

A 60 km al norte de Guaminí por la ruta 33, Garré se transformó a fines de 2013 en uno de los 18 parajes y localidades rurales que integran el programa Pueblos Turísticos, creado por la Secretaría de Turismo de la Provincia de Buenos Aires. El Museo Histórico brinda información sobre el pasado local, en el que resalta la obra del arquitecto Francisco Salamone, diseñador de la sede de la Delegación Municipal. También es muy recordada aquí la iniciativa del terrateniente Jerónimo Garré, que en 191 se propuso fundar un poblado alrededor de la estación ferroviaria Papin. Otro personaje muy renombrado es Francisco Zubillaga, que era el dueño del almacén de ramos generales. Cerca del casco urbano de Garré, estancias y casas de campo sugieren sumergirse en sus típicas actividades rurales. Para eso, una oportunidad ideal es la cita anual de la Fiesta del Chorizo Seco.