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Cinco parques nacionales poco conocidos

En los últimos años se han creado varias nuevas áreas protegidas. Están los parques ya famosos y otros desconocidos para la mayoría. Te presentamos cinco en diferentes puntos del país.

1- Lihue Calel: La Pampa.

A principios de 1943, Luis Gallardo -hijo de Ángel, el renombrado naturalista y canciller de Alvear- compró las tierras y edificó en el centro una casona de grueso adobes. No pudo disfrutarla demasiado. En 1964, el gobierno de La Pampa expropió la estancia Santa María con miras a aprovecharla turísticamente, y acabó cediéndola, doce años después a la APN. En 2003, el Congreso aumentó de 9.905 a 32.514 las hectáreas, agregando ambientes salinos aledaños al Monte de Llanuras y Mesetas que ya se protegían. También se destaca por las pinturas rupestres que dejaron en sus aleros los tehuelches. La colección más cautivante es la del Arroyo de las Pinturas. Hay varias especies endémicas, como la margarita de Lihué Calel, que es a su vez la flor provincial.

2- Copo: Santiago del Estero.

Cuando Ricardo Rojas publicó El país de la selva, los bosques cubrían un 80% de Santiago del Estero. Hoy solo quedan 2.302.829 hectáreas en pie (21% de la extensión original) y las secuelas de la devastación: agravamiento en las sequías e inundaciones, extinción de especies y desertización. Apartado de la línea ferroviaria, el norte de la provincia se libró por largo tiempo de estos males. En 1968, con la creación de la Reserva Natural Copo, el gobierno santiagueño concedió amparo a uno de los últimos reductos del quebrachal, que hoy son Parque Nacional. Amortiguados por 55 mil hectáreas de Parque Provincial, esta área protegida es considerada la más completa y mejor preservada muestra del Chaco Seco.

3- Río Pilcomayo: Formosa.

De todos los Chacos que encierra el Gran Chaco, el PN Río Pilcomayo representa al llamado Húmedo u Oriental: la franja con régimen pluvial más generoso y la de mayor biodiversidad de la región. Un cíclico juego de inundaciones y sequías rige la vida en su llana inmensidad. Su elenco de fauna abarca a varias especies en peligro: el aguará guazú, el oso hormiguero, el ocelote, el lobito de río y el muitú. Dos caminos de tierra permiten explorar los distintos ambientes del Parque: uno conduce a la cabecera oriental de la laguna Blanca (principal espejo del PN con 700 ha), donde hay un balneario, un mangrullo y un camping bien equipado. El otro termina junto al Pilcomayo, luego de atravesar el angosto Estero Poí. En la estación seca se concentran allí cientos de cigüeñas, garzas y otras aves.

4- Chaco

Con la creación de los ferrocarriles y la llegada de la industria, denso quebrachales se convirtieron en tanino, postes, durmientes y leña. Luego la ganadería y el algodón asaltaron los dominios del monte. Y el quebracho colorado chaqueño empezó a peligrar. Para salvarlo, el gobierno creó el PN Chaco, que estuvo a punto de llamarse Del Quebrachal. Primó, sin embargo, la justicia ecológica: si bien el quebrachal ha recuperado su vigor y hay ejemplares del colorado y del blanco, en su reducida superficie hay también urdimbre selvática, sabanas erizadas de palmeras caranday y esteros habitados por gran cantidad de aves y monos carayá. Puede visitarse de marzo a noviembre; los caminos se vuelven intransitables en época de lluvias.

5- Mburucuyá: Corrientes.

Si bien Douglas Tompkins es el empresario que más tierras ha donado a Parques Nacionales, no es el único. Ya lo hizo el Perito Moreno en 1903, y lo repitió el naturalista danés Trels Myndel Pedersen cuando traspasó las estancias Santa Teresa y Santa María, al noroeste de Corrientes. Él no llegó a verlo, pues murió en 2000, pero dejó como legado un precioso retazo protegido de Esteros del Iberá, con porciones de Bosque Chaqueño, Selva Paranaense y rastros del Espinal, con las mismas palmeras yatay que se hallan en El Palmar. Hay camping agreste dotado de agua potable, fogones y sanitarios. En Mburucuyá, es posible contar con más servicios, restaurantes y hospedaje. 

Fuente Mdzol.