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Volcanes y palmeras, una sorpresa en el paisaje de las sierras de Córdoba

Todo transcurre en perfecto orden en el trayecto desde Mina Clavero hacia los Túneles de Traslasierra. Los campesinos que recorren las plantaciones de soja, maíz y hortalizas saludan a mano alzada y desaparecen de la escena cuando el horizonte reverdece con manojos de gruesas arboledas, donde las copas abovedadas de algarrobos se fusionan con molles y talas. Parecen haber sido esos esforzados hombres de a caballo los amables anfitriones que sembraron la banquina de carteles que anuncian “Cabrito diente libre”. Cerca de Taninga, el ripio de la ruta 28, desprendido de la traza pavimentada de la ruta 15, empieza a levantar polvareda y el aire fresco del valle se enturbia, aunque no impide que la atmósfera se llene con el denso aroma de las típicas hierbas serranas de Córdoba.

El vehículo acaba de dejar atrás la Cuesta de Brochero y el motor sigue rugiendo como una larga exhalación, mientras en el espejo se minimiza la capilla asomada por sobre las casitas de Salsacate. Hasta que una imagen perturbadora asoma al norte de la panorámica y deja entrever un circuito intrigante. Las siluetas triangulares de Yerba Buena, Poca y Boroa, los Cerros Azules plantados a un costado del solitario cono del volcán Buena Vista, perfilan el conjunto de volcanes que dejaron centenares de estallidos subterráneos en la Pampa de Pocho entre cuatro y siete millones de años atrás. Tiempo después, la naturaleza se encargó de decorar esas extrañas afloraciones en el noroeste cordobés con bosques de palmeras caranday, más conocidas como cocos por los lugareños.

Conviene desacelerar para acertar con el camino vecinal que lleve a plantarse cara a cara con esas piezas sueltas, decididamente inusuales, que el territorio cordobés ofrece a sus visitantes. El perfume de tomillo y peperina se intensifica a lo largo de una senda de tierra que atraviesa tranqueras y recorta el palmar florecido sobre el suelo, recubierto por las rocas que desparramó el volcán Ciénaga -el más alto de la zona, con 1.600 metros- durante la era Terciaria.

Más adelante, desde la cima del volcán Poca -al que conduce un sendero de trekking señalizado-, el cono perfecto que mostraba el Ciénaga en su primera aparición parece haber mutado en dos cerros fundidos y hasta las líneas rectas de la ladera se deformaron en dos toboganes sinuosos.

“Si quieren observar los vuelos de más de treinta cóndores adultos y sus pichones, lo mejor es subir al atardecer hasta el lugar donde anidan, una quebrada con una ladera de roca vertical”, recomienda Zaida Feiling, conocedora al detalle de cada rincón de los campos y los cerros que rodean el volcán Poca, donde echó raíces hace tres décadas y creó la Reserva Natural Privada El Cóndor. Los pasos de la recorrida se rozan con hojas de carqueja, cola de caballo, peperina, quínoa silvestre, chañar, jarilla, pasionaria, ambay y hongos que salpican el bosque después de las lluvias.

Alrededor de los tesoros más preciados por Feiling pastan vacas y terneros, algo inquietos por la intimidante presencia de pumas al acecho. “A través de la producción agroecológica quiero revalorizar el bosque nativo, mientras pienso en crear una región de producciones naturales sustentables, que incluya todos los saberes de la gente local”, resume Feiling su extenso catálogo de sueños cumplidos y proyectos en marcha firme.

Las energías están a punto de agotarse después de la excursión, pero las postales cambiantes de Traslasierra demandan un último esfuerzo a pie para encontrar la mejor perspectiva de los volcanes Véliz y Agua en la Cumbre. El palmar -algo desdibujado entre la muralla de las Sierras Grandes extendida al este y los volcanes del departamento Pocho del lado opuesto- sigue acompañando la marcha por cada sendero, esculpido en bajorrelieve por las patas de los pumas y los chanchos de monte.

El aire destemplado se refresca aún más al borde de las aguas cargadas de yodo y sal que arrastra el arroyo Cachimayo en su avance gota a gota por un cauce pedregoso. Desemboca a unos 18 kilómetros de aquí, en la laguna de Pocho, refugio de flamencos y plantas típicas de humedales, que tiñen de verde el suelo volcánico a mil metros sobre el nivel del mar.

De regreso en la ruta 28, la nube de polvo y piedras sueltas se despeja lo suficiente como para distinguir el aleteo de un jote que acaba de husmear carroña y planea en círculo junto a una bandada amenazante. Más allá, sobre el hueco de una profunda quebrada, águilas moras ensayan una danza cadenciosa que aporta una coreografía acorde a la presencia de los volcanes de Pocho.

Ambul, tierra de tradiciones

Unos 40 kilómetros al norte de Mina Clavero, a mitad de camino de Villa Cura Brochero a Salsacate por las rutas 15 y A-90, las pintorescas calles y la capilla de Ambul surgen en medio de la panorámica de los volcanes de Pocho al oeste y la silueta de las Altas Cumbres recortada en el este. El paisaje del valle de Traslasierra ofrece aquí un agradable microclima -con una temperatura media anual de 25° y 320 días soleados- , favorecido por las gruesas arboledas de álamos y nogales que crecen en el poblado, el balneario y sus alrededores.

El pueblo es famoso por las procesiones familiares misachicos, las cabalgatas, los circuitos de trekking y, especialmente, la Misa de Navidad, que se celebra a fin de año a partir de una gestión realizada por el cura José Gabriel Brochero. Esa centenaria tradición es reconocida por El Vaticano como la segunda fiesta popular religiosa del país.

Fuente: Clarin