Berazategui, Quilmes y Berisso. Tres municipios bonaerenses para conocer el mundo del vidrio y la cristalería
Esos tres destinos proponen circuitos y sitios turísticos para conocer historias y anécdotas, y volver sobre las huellas de orfebres que fueron pioneros en el trabajo de este delicado material en el que confluyen el fuego, el aire y la luz.
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Berazategui, Quilmes y Berisso construyeron su historia y su identidad en la efervescencia industrial de fines del siglo XIX y primera mitad del XX. La potencia de esa actividad fue generadora de nobles oficios como la producción artesanal de piezas de vidrio y cristalería.
Cultura vidriera
La empresa Rigolleau forma parte del mito fundacional de ese distrito provincial, ya que provocó un importante crecimiento demográfico del que surgieron nuevos barrios; la creación de talleres subsidiarios y la huella de un amplio legado de saberes que transformaron el vidrio en arte.
“Nos gusta decir que la ciudad abraza a la fábrica pero fue al revés. La ciudad se generó alrededor de ella cuando en 1906 se instaló frente a la estación ferroviaria de Berazategui”, explicó Liliana Porfiri, directora general de Patrimonio y Políticas de Identidad del municipio.
Gastón Fourvel Rigolleau y su tío León, creador de ese próspero negocio, eligieron Berazategui por su ubicación estratégica cerca del ferrocarril, proyectando una futura expansión.
Desde Europa arribaron expertos belgas y franceses que enseñaron a los trabajadores diversas técnicas de producción: tallado, grabado y esmerilado de vidrio.
Rigolleau contó con una usina propia y áreas de herrería, matricería, moldería y un laboratorio donde se desempeñaron operarios y obreros calificados.
En 1932, la fábrica lideraba el mercado en América Latina y Víctor León, hijo de Gastón, decidió conquistar nuevos destinos. Para ellos creó la sección de cristalería que le permitió lograr reconocimiento en latitudes lejanas.
Tres años después la destacada diseñadora Lucrecia Moyano comenzó a dirigir el área artística de la empresa. Con sus obras integró en 1937 el pabellón argentino en la Exposición Internacional de París y luego, en 1939, exhibió piezas en la Feria Mundial de Nueva York.
En 1951 objetos del taller artístico de Rigolleau fueron parte de la muestra “L’art du verre”, en el Museo de Artes Decorativas de la capital francesa.
En su etapa de esplendor, la sección de botellería y frasquería crecieron considerablemente. Además se desarrollaron las líneas de bazar, científica e iluminación.
En la década del sesenta dejó de estar en manos de la familia Rigolleau y con esto se decretó el cierre de varias secciones. Es inimaginable pensar la vida de Berazategui sin esa fábrica que desplegó toda una cultura en torno al vidrio e inspiró la formación de una disciplina artística.
En los setenta Ivonne Necol, compañera de León Fourvel Rigolleau, edificó el Museo del Vidrio, lo donó al municipio y pasó a llamarse Centro Cultural Rigolleau.
Tan fuerte fue la identificación con la cristalería que, en 1992, la ciudad recibió la declaratoria de Capital Nacional de Vidrio. Un año después se erigió el Museo Histórico de Berazategui, que cuenta con diferentes obras de vidrio, y en 1994 se llevó a cabo el Primer Salón Nacional del Vidrio en Arte, uno de los más prestigiosos de América Latina.
A fines de los noventa nació la Escuela Municipal del Vidrio que tiene como principal objetivo sostener la tradición a través de una oferta pedagógica que incluye diversos talleres vinculados y la tecnicatura en vidrio artístico.
Artesanales y de exportación
En Ezpeleta, localidad del partido de Quilmes que limita con Berazategui, se encuentra la Cristalería Cooperativa El Progreso, destacada por la producción artesanal de sus piezas y por transmitir el oficio de una generación a otra a lo largo de su historia.
Nació el 20 de abril de 1947 cuando “un grupo de diecisiete muchachos que trabajaban en la fábrica Rigolleau decidió independizarse y formar su propio negocio”, contó Raúl Ferreira, ex vicepresidente de la cristalería.
Esa historia llegó a sus oídos a través de los socios fundadores, a quiénes conoció cuando comenzó a trabajar en los talleres. “Ellos no dejaron de cumplir tareas en Rigolleau porque pasó bastante tiempo hasta que ingresó dinero a través de la venta de piezas”, agregó.
Al iniciar el proyecto, los obreros aunaron esfuerzos y conformaron una cooperativa en la que cada uno hizo su aporte, desde un terreno hasta un horno.
Según indicó Ferreira, en 1955 adquirieron una cristalería alemana que había quebrado y contaba con toda la maquinaria, y desde entonces funcionan en ese lugar.
El Progreso conserva las técnicas de modelado manual del vidrio y diseña piezas de cristalería fina, cristalería para gastronomía, objetos de iluminación, regalería y perfumería.
Este método artesanal le abrió las puertas de mercados exigentes como los de Estados Unidos, Cuba, Chile y Uruguay, entre otros.
Los socios mayores comparten sus conocimientos con sus hijos, nietos y sobrinos, quienes en su adolescencia asisten a los talleres “a dar una mano” en tiempos de receso escolar, para luego en su adultez incorporarse al trabajo.
La cooperativa forma parte de uno de los circuitos turísticos que propone el municipio de Quilmes a través del que se recorren los establecimientos productivos más relevantes del distrito. “Se trata de una de las dos fábricas de vidrio soplado que quedan en el país”, informaron desde la comuna local.
“Además de lo interesante que resulta ver cómo se realizan estas piezas de cristalería a partir de una técnica ancestral, en la recorrida los visitantes pueden nutrirse con las anécdotas fundacionales que orgullosamente cuentan los trabajadores”, afirmó Elizabeth Gallucci, directora general de Turismo Quilmes.
El itinerario se completa con la visita a la casa del reconocido artista Tito Inginieri quien utilizó hierro y más de un millón de botellas para construir su vivienda a la vera del río.
Burbujas y colores
En el Museo de la Soda y el Sifón, ubicado en las calles 60 y 128 de Berisso, una fila de envases verdes y azules contrasta con los vidrios magenta, transparentes y amarillos que tienen por detrás. Los colores y las luces se divierten y juegan a crear diferentes figuras y ambientes.
Luis Taube le dio forma y espacio a esta muestra hace veinte años. Sin embargo, la historia se remonta a la década de los ochenta cuando advirtió la llegada masiva de los recipientes de plástico al mercado y comenzó a coleccionar los de vidrio con la idea de comercializarlos en el futuro.
La soda, como bebida tradicional en la mesa de los argentinos, lo transportan a su infancia: “en los sesenta cuando iba a la escuela primaria tuve dos compañeros hijos de soderos. En ese momento había veinte soderías en Berisso”, recordó.
Cada fábrica tenía su envase con un color que la identificaba, y además elaboraban gaseosas con su propia marca.
El museo atesora más de 4200 sifones, siete mil botellas gaseosas y veinte máquinas. Los visitantes también podrán encontrar exhibidos cubreportasifones, herramientas, protectores, y cajones de madera de tres cuartos y un litro.
“Tenemos en exposición el primer sifón a nivel mundial que se inventó para el agua gaseosa a mediados de 1800”, detalló Taube.
Los envases proceden de diferentes lugares de Europa así como también de distintas regiones del país.
El museo se encuentra inscripto en el Registro de la Dirección de Museos, Monumentos y Sitios Históricos de la provincia de Buenos Aires y fue declarado de interés municipal por el Concejo Deliberante de Berisso. Para visitarlo es necesario solicitar turno.
Los tres recorridos turísticos proponen conocer y experimentar el legado de un oficio artesanal sobre el que se forjó la identidad de estos municipios bonaerenses que continúan con un legado y una historia convertida en patrimonio de la Provincia.
Fuente Clarin