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Florencio Varela escapada

 

Frutillas, historia y otras buenas razones para una escapada a Florencio Varela

Como telón de fondo del caótico tejido urbano del Gran Buenos Aires, manojos de pastizales, tupidas arboledas y un horizonte despejado delinean el refrescante cinturón verde que atraviesa Florencio Varela.

En este confín sur del conurbano florecen reservas naturales, viveros, granjas agroecológicas y sitios históricos poco transitados, un circuito de calles semirrurales y senderos para desandar a sol y a sombra en cualquier época del año.

Como una nota saliente en un rincón poco vistoso de la llanura, las prósperas tierras de la zona habían atraído a la familia del naturalista, ornitólogo y escritor Guillermo Hudson, afincada en una estancia de Bosques desde mediados del siglo XIX. Era una señal.

Ahora, más de un siglo después de la publicación de su revelador relato “Allá lejos y hace tiempo”, los productores frutihortícolas surgen como las voces más autorizadas para acompañar un recorrido por las quintas del barrio La Capilla.

Esta novedosa iniciativa se suma a la tradición floricultora de la Asociación Japonesa, la propuesta de picnic en el Parque Pereyra Iraola, la decena de escalas del Circuito Religioso y la imperdible visita a la parroquia San Juan Bautista, una reliquia de estilo árabe y romano levantada en 1880 junto a la sede municipal.

Los mejores exponentes de la actividad rural varelense fueron exhibidos durante la Fiesta de la Frutilla, del Productor Frutihortícola y de la Flor, celebrada a fines de octubre en la Reserva Natural y Museo Histórico Provincial Guillermo Hudson.

La mayor atracción recayó esta vez en los stands que ofrecían frutillas autóctonas, aunque el interés del público también se inclinó hacia las flores artesanales, quesos, embutidos aceitunas, miel, empanadas, postres y plantas nativas, el menú completo de la vasta producción que porta el auténtico sello varelense.

Visita a las fincas

Leticia Manrrique conduce con solvencia una caminata didáctica por la huerta familiar que encabeza su padre Félix, uno de los catorce miembros de la Asociación de Productores Hortícolas de la 1610.

Cada una de estas fincas fue planificado a la la manera de un emprendimiento colectivo en el que todos cumplen una función y se mantienen estrictamente atentos a los tiempos de siembra, cultivo y cosecha antes de volcarse a trabajar en los surcos.

“Explicamos a los visitantes de qué se tratan y qué función cumplen los corredores biológicos, las técnicas sin agrotóxicos químicos de cultivo y de cosecha, la limpieza de yuyos en forma manual.

También les enseñamos a reconocer las plantas de apio, verdeo, remolacha, brócoli, batata, choclo, tomate cherry, acelga, remolacha, hierbas aromáticas, árboles frutales y hierbas aromáticas”, instruye Manrrique.

Una vez completado su rol de guía, Manrrique se arremanga y retoma su lugar dentro del diseño de la agricultura familiar. Esta vez le toca completar las cargas de 4, 7 o 9 kilos de los bolsones, puestos a la venta para llevarse entre cinco y nueve variedades de productos agroecológicos.

Paseo con historia

El floreciente desarrollo de la comunidad agrícola de Florencio Varela rescata la marca precursora de los pioneros británicos que se instalaron en la zona desde 1825 y se habían habituado a practicar el culto protestante una vez que tomaban respiro de sus tareas rurales.

Un leve esbozo de ese lejano legado todavía se alcanza a vislumbrar entre las ruinas asediadas por la naturaleza de la Capilla de los Escoceses, que la orden presbiteriana levantó en 1855 como Capilla de St. John.

Las últimas imágenes que quedan en pie del templo de líneas góticas forman parte de una hoja de ruta, en la que se alternan referencias católicas y evangélicas, como la Parroquia San Juan Bautista, el Santuario Schoenstatt, la Iglesia Pentecostal Catedral de Belén, la Iglesia Adventista del Séptimo Día y la Casa de la Espiritualidad concebida en homenaje al Cura Brochero, entre otras.

Los hitos de la historia local, gestada por culturas originarias, inmigrantes, criollos, aventureros de paso y próceres de fama poco difundida, persisten en las construcciones del casco histórico y se amplían con la vida y obra de Hudson, contada al detalle a través de libros, documentos y objetos en las tres salas de su casa natal.

La vivienda recuperada, reconvertida en museo, no es más que una discreta referencia en medio de un reparador horizonte de bosque, humedal y pastizal, allí donde Florencio Varela se empieza a fusionar con la vastedad verde de la pampa húmeda.

Miniguía

Cómo llegar. Desde la ciudad de Buenos Aires hasta Florencio Varela son 25 kilómetros por Autopista a La Plata y ruta 2; en la Rotonda de Alpargatas girar a la derecha por la ruta 36 (ex 2) y a la izquierda por la avenida Perón. Opción sin peaje: avenida Hipólito Yrigoyen (ex Pavón) desde Avellaneda; al 2300 girar a la izquierda por Bustamante y luego seguir por Camino General Belgrano; al 4600, a la derecha por la avenida Mosconi. De Constitución llegan el tren Roca y los colectivos129 y 148.

Dónde informarse. Secretaría de Turismo de Florencio Varela: 4237-1601, interno 2403 / turismovarela@gmail.com / www.varela.gov.ar / Facebook: Varela Municipio. Asociación de Productores Hortícolas de la 1610: (155) 4185851.

Fuente Clarin