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Linda Bariloche sin cenizas

Ya largó la temporada invernal en la mayoría de los centros de esquí argentinos. Cercanos o distantes, sobre la cordillera andina y más allá, sus promociones y tarifas están a la vista para disfrutar de las laderas nevadas.
“Las condiciones están dadas: mucha humedad, baja temperatura y presión. Hoy puede nevar”. La frase, dicha por Patricia, la guía, mirando hacia el cielo, suena más a esperanza, expresión de deseos, que a pronóstico meteorológico. Pero Patricia, al igual que miles de barilochenses, saben de eso. La experiencia les dice cuándo puede nevar, así que no dudamos que en horas más (o días, o semanas) Bariloche va a estar cubierta por el bienhechor manto blanco.
Y los deseos de ellos, de los habitantes de esa tremenda postal patagónica, se hacen nuestros, sobre todo después de haber visto los restos de la lluvia de cenizas y piedras volcánicas que les arrojó el volcán chileno Puyehue.
Ese fenómeno natural dejó marcas en Bariloche, pero que la misma gente y sus ganas de superar los malos momentos de 2011, convirtieron en resultados hoy a la distancia vistos como “positivos”.

Vayan dos ejemplos: las cenizas y piedras volcánicas (piedra pómez) que cayeron sobre el Nahuel Huapi y el Perito Moreno, sedimentaron en el fondo de esos lagos. Según la luz del sol y desde el ángulo en que se las observe, las aguas muestran una tonalidad turquesa. “El volcán (Puyehue) nos mandó un regalo, ahora tenemos aguas del color del Caribe”, dicen los lugareños.
La otra reacción positiva fue, destaca Patricia: “Los barilochenses nos unimos mucho, descubrimos la solidaridad entre nosotros y hubo un día, lo recordarán porque se difundió por todo el país, que nos juntamos más de 6.000 habitantes a barrer y limpiar la ciudad”, relata con orgullo.
Otro aspecto que rescatan, y que agradecen, es el hecho de que el turismo estudiantil, al que no todos ven con el mismo grado de simpatía, hizo caso omiso de las cenizas y dijo presente lo mismo; como cada año, miles de chicos llegaron a Bariloche para concretar sus viajes de egresados.
Contrariamente, lo negativo fue la suspensión de los vuelos que impidió la llegada del otro turismo, el familiar, el de los cultores de los deportes de nieve y el de los extranjeros, particularmente los que convertían a la ciudad en “brasiloche”, en obvia alusión a los brasileños.
Y para esta temporada, ya a punto de comenzar, todas las expectativas están puestas en ese turismo de mayor poder adquisitivo y menos “gasolero”. Los pronósticos, meteorológicos y de los otros, anticipan que no habrá cenizas; que nevará la cantidad necesaria, y más también, y que habrá más vuelos para llevar visitantes.
De hecho, Aerolíneas Argentinas incluyó a Córdoba en la ruta que, parte de Ezeiza, pasa por el aeropuerto Taravella, hace escala en Mendoza y aterriza en San Carlos de Bariloche. La ruta está cubierta por los modernos y cómodos Embraer 190 de Austral, sale de Córdoba a las 8.15 y llega a Bariloche a las 11.45, en sólo 3.30 horas.
Preparativos. Y, ¿cómo se prepara Bariloche para recibir a los turistas? Pues con lo mejor de su oferta. La ciudad resplandece de limpia; los comercios compiten con precios (para beneficio de los compradores) y atractivos escaparates; las empresas de servicios disponen sus infraestructuras, y los hoteles, cabañas y complejos aprontan sus instalaciones.
Restaurantes, bares, discos, el casino y las fábricas de chocolate también están dispuestos y atentos a la llegada de los visitantes.
Y en materia de oferta turística, San Carlos de Bariloche reúne algunas de las condiciones perfectas para un destino: un paisaje inigualable, completa infraestructura y propuestas de actividades para todos los gustos.
La geografía barilochense tiene tal variedad que, simplemente observar el paisaje a través de la ventanilla permite ir conociéndolo a medida que la distancia con la ciudad se acorta.
Es que las características cambiantes, de una vegetación más achaparrada y con ondulantes cerros a densos bosques húmedos y grandes montañas con cumbres nevadas, llenan la vista a medida que el visitante se acerca a la omnipresente cordillera de los Andes.
Si a eso se le suman las grandes superficies lacustres, con sus profundas y cristalinas aguas, el panorama no puede ser más apropiado para una postal.