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Reserva del Pilar, el conurbano en versión natural

Sobre la costa del río Luján, esta reserva invita a disfrutar de un paseo entre bosques y lagunas.

Repentinamente, el ruido urbano se aquieta y los manchones de smog de la gran ciudad dejan de enturbiar el horizonte. A pocos kilómetros de las rutas 8 y 25, la Reserva Natural del Pilar suelta en la atmósfera su sugerente repertorio de aromas, sonidos tenues y colores intensos.

A lo largo de 6 km de la ribera del río Luján, este valioso ecosistema resguarda parte del paisaje natural bonaerense. Se alcanzan a apreciar gruesas franjas de pastizal pampeano, alternadas con lagunas, arroyos, juncales, centenarios talas de más de 2 metros de altura, montes de sauces y dos bosques de sarandí colorado. Especies en riesgo de extinción -el lobito de río, el zorrino y el escuerzo chico- encuentran aquí un lugar a salvo de flagelos como la depredación, la caza furtiva, el sobrepastoreo y la contaminación. En las 300 hectáreas también hay espacio suficiente para el hábitat de comadrejas, liebres, coipos, zorrinos, anfibios, reptiles y alrededor de 155 variedades de aves.

Graciela Capodoglio se vale de caminatas diurnas y nocturnas y paseos en canoa para proponer un recorrido por este territorio protegido que resulta didáctico y recreativo de principio a fin. La guía es la fuente más idónea para aprender a distinguir entre especies autóctonas y exóticas. Su relato también subraya la necesidad de tomar conciencia sobre el efecto negativo de los endicamientos del río, que favorecen las inundaciones de la región e impiden el normal desarrollo de la biodiversidad.

Bajo el sol del domingo que refleja sus brillos en una laguna, un gavilán planeador parece cortejar a una multitud de chajáes, espátulas rosadas y cisnes. Enseguida, veinte cigüeñas vuelan en círculo y se unen a otra bandada, a punto de aterrizar en la orilla y procurar alimento en el agua.

Las miradas de asombro de los visitantes siguen posadas en ese mismo sector porque aparece en escena un caracolero rezagado, algo perturbado por la presencia intimidante de cinco lechuzas, posadas sobre los postes y cables de luz inclinados del otro lado del acceso.

Un ipacá y un chiricote se hacen notar con sus sonidos estridentes y tres lobitos de río esperan la caída del sol para asomarse desde el agua. Oscurece lentamente y el espectáculo sigue sin intervalos.

Fuente Clarin