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Parque Nacional Talampaya

El ejercicio es el siguiente: imaginarse a uno mismo caminando por el Parque Nacional Talampaya en plena noche, rodeado por el más absoluto silencio y sin tener que encender una linterna porque la luz de la Luna es suficiente para iluminar el camino y los majestuosos paredones de más de 140 metros de altura.

O esta otra opción: escaparse a pocos kilómetros de las ciudades con telescopios para observar planetas, estrellas, nebulosas. Porque La Rioja tiene uno de los cielos más limpios del país y en tiempos “normales” llega gente de todo el mundo para hacer turismo astronómico. Y el verano, claro, es la mejor época para ello.

Es una opción diferente para disfrutar de los extraordinarios escenarios naturales que regala la provincia, como el propio Talampaya –declarado Patrimonio de la Humanidad y Maravilla Natural Argentina-, que vale por sí solo el viaje y ofrece distintas opciones de excursiones para conocer sitios como el Cañón Arco Iris, la Ciudad Perdida o el Sendero del Triásico.

Esta maravilla natural se puede recorrer en bicicleta o a pie entre extraordinarias gargantas por las que sobrevuelan los cóndores, o en excursiones en camión overland con paradas obligadas como los Petroglifos (puerta del Cañón Talampaya), el Jardín Botánico y geo formas como la Catedral, con su “estilo” gótico, el Monje, el Cajón de Shimpa. Y muchas otras a descubrir entre las rocas rojas .

Rumbo a las alturas

Pero además de Talampaya, en La Rioja hay muchos otros sitios que parecen extraídos de películas fantásticas. Uno de esos increíbles escenarios es la Quebrada de los Cóndores, con sus miradores o balcones naturales desde donde se disfruta del vuelo de estos majestuosos habitantes de los Andes: se estima que más de 150 ejemplares tienen sus apostaderos y nidos en las laderas abruptas de la Sierra de los Quinteros, en el sudoeste de la provincia.

El nevado Famatina, con sus actividades de aventura y el famoso cablecarril a la mina La Mejicana; las Placetas –desde donde se visita la mina El Oro-, o la extraordinaria laguna Brava, un sitio Ramsar –de importancia internacional para la observación de aves- a más de 4.300 msnm, en la inmensidad de la Puna y rodeada de gigantes como el Monte Pissis (6.795 msnm), el Bonete chico (6.760), el volcán Veladero (6.436 metros) y el cerro Bonete Grande (5.935 msnm).

El cercano cráter Corona del Inca, siguiendo el camino a laguna Brava, es otro imperdible de las alturas riojanas. Y en el camino entre Villa unión y Chilecito, ese imperdible tramo de la ruta 40 que es la colorida Cuesta de Miranda, totalmente asfaltada y con decenas de curvas y contra curvas.

Y de paso, una vez en el valle de Famatina, con Chilecito como cabecera, darse una vuelta por algunas bodegas de la ruta del vino riojana, famosa especialmente por su torrontés, que dio lugar a la creación de la Ruta del Torrontés, con 19 bodegas distribuidas por Chilecito, Famatina, Villa Unión, Villa Castelli, Vinchina, Castro Barros, Sanagasta y San Blas de Los Sauces.

Aunque La Rioja también es aceitunas, aceite de oliva, nueces, frutos secos, los duraznos, membrillos y muchas otras frutas y verduras, a lo que debe sumarse cabritos, matambritos, corderos, asados, lechones y muchas otras carnes hechas al disco, a la parrilla o a la cruz, según cada uno de los 18 departamentos de la provincia.

Y no se vaya a ir sin el postre, porque la provincia se especializa en delicias como cayote y nuez, membrillos al malbec, zapallos o higos en almíbar. Y todo bien casero.

Cómo llegar

​De Buenos Aires a La Rioja capital son 1.132 km por ruta 9 hasta Córdoba y luego ruta 38.Aerolíneas tiene tres frecuencias semanales. Ida y vuelta en febrero, desde $ 10.221.

Fuente Clarin